Productividad y necesidades humanas. Una nueva dimensión.

A todas horas leemos y escuchamos que la economía española tiene baja productividad. Como en la generación de valor en una empresa, dos de los tres drivers son la productividad (en este caso medida el coste de su capital financiero) y el crecimiento a largo plazo.

Pero ¿qué queremos decir exactamente con productividad de nuestra economía?, ¿realmente lo que se explica se corresponde con la realidad?, o por el contrario ¿volvemos a los sesudos estudios de economistas-en-la-nube?

Vamos a ver si podemos aportar algo de claridad.

# Cómo se mide la productividad

La productividad es el «producto creado» dividido por un factor (variable). En una empresa será venta/empleado o producción/hora-máquina o producción/hora-hombre. casi todas las medidas de productividad giran en torno a estos factores.

Lo que se suele hacer es medir el PIB sectorial entre una variable significativa de ese sector.

Si nos vamos a nuestro querido sector hostelero en España, por utilizar uno de los más discutidos en este aspecto, la productividad, esta será medida por PIB/hora-hombre o PIB/metro-cuadrado.

Cualquier estudio estadístico dirá que la hostelería en España es poco productiva si lo comparamos con, por ejemplo, los establecimientos análogos en algún país del norte de Europa.

En España tienes abundantes locales, bien atendidos, de todos los tamaños (generalmente pequeños) repartidos y abiertos todo el día hasta bien tarde, todos los días de la semana. En países como Dinamarca o Alemania tendrás que ir a un centro comercial o zona de ocio donde tienen restringidas las horas de servicio y la superficie.

¿Produce más valor un servicio que exige desplazarse en coche, a un centro comercial, lleno de gente, en una frana de horas restringidas?, o ¿en otro que no requiere todo esto y permite hacerlo andando, sin horarios, con más posibilidades de elección?

¿Qué es eso del «valor añadido»?, ¿dónde nos dan más valor en el primero o en el segundo?

Y aquí surge uno de los temas cruciales, los servicios por su naturaleza son subjetivos, su valor es subjetivo, pero lo único que miden las estadísticas son métricas tangibles de economista-estadístico.

Si le preguntas a estos cómo mejorar la productividad de la hostelería en España, te dirían que montando grandes centros comerciales. Si le preguntas a cualquier europeo, te dirían que quitando las nubes de su cabeza y dejando los locales y ambiente mediterráneo como nuestro país.

Cada año salen decenas de estudios de grandes consultoras y oficinas de estadísticas nacionales sobre esta cuestión, la productividad de los servicios. Pero el problema es que comparamos servicios diferentes con calidades diferentes, en otras palabras, el «valor» de unos y otros son diferentes porque hablamos de naturaleza intangible.

David Pilling explica en su libro «El delirio del crecimiento» la experiencia increíble que es ir en un tren bala japonés, un aparato reluciente, blanco con una parte delantera estilizada que se desplaza a velocidades parecidas a las de un avión (552 kilómetros en dos horas y media), que tienen un retraso medio inferior a un segundo. Entre Tokio y Osaka hay 300 servicios disponibles cada día. Cuenta su sorpresa al ver el informe de McKinsey en el que lamentaban la ineficiencia del sector servicios japonés entre los que estaba los trenes, donde decía que incluso las mejores empresas japonesas solo alcanzaban el 85% de la eficiencia estadounidense.

Cualquiera que haya viajado a Estados Unidos sabe que los trenes van a velocidades de la época de los caballos, son irracionalmente caros y además tienen accidentes (ni uno en cuarenta a los en el tren bala japonés). Es decir, (casi) casi nadie los utiliza.

Este es un problema al que se enfrentan las agencias estadísticas y estudios a respecto. En Estados Unidos solo en productos manufacturados tienen más de 350 categorías, imaginaros cuantos habría que tener para servicios intangibles.

El problema viene de concebir el valor añadido como una mercancía tangible de hace casi un siglo, que es cuando se creó el PIB. Desde entonces la manera en que producimos y consumimos ha cambiado completamente.

# Bienestar vs economía tangible

Al intentar medir la economía y lo que se hace en ella desde una óptica extremadamente estrecha, que solo mide una pequeña parte de la realidad, estamos creando un problema de comprensión.

En concreto.

Valor añadido y PIB
Imagen de mi libro «Econblog» (pg. 63) que adapté de la fuente que lleva asociada.

De manera esquemática, podemos decir que el bienestar (personal, familiar, de una nación) contempla las necesidades materiales (el PIB), el bienestar económico, las condiciones de vida y la «felicidad».

El problema es que todo el cuadro se mide, de manera exclusiva, por lo que nos dice el PIB y además solo en su parte positiva.

Si tomamos el ejemplo de la hostelería en España (en una ciudad, en un pueblo de montaña, en una localidad de costa), según la medida «oficial» nos quedaríamos aquí.

PIB y necesidades humanas
Imagen del libro «Econblog» (pg. 63)

Como el consumo (venta para el local) por hora-hombre o metro cuadrado es bajo, diríamos que el sector hostelería es poco productivo.

Pero ¿y si nos acercamos un poco más a la realidad? Podríamos dibujar algo tal que así.

Productividad y necesidades humanas
El «valor añadido» se expande mucho más allá del mero producto tangible.

Y además debemos tener en cuenta que si lo hacemos andando su impacto en el medio ambiente es positivo, no resta («medio ambiente» y «pérdida de recursos naturales»).

Así que la pregunta ahora es, ¿cómo se mide el valor añadido de uno y otro? y lo que es más importante, ¿realmente la tapa del bar del pueblo es menos productiva que la de la gran superficie alemana?

Al menos es discutible.

# Necesidades humanas como segunda dimensión

Todos conocemos la ya famosa pirámide de necesidades de Abraham Maslow, que él llamaba «carencia de necesidades».

El esquema clásico es el siguiente:

Necesidades humanas, pirámide de Maslow.
Pirámide de Maslow

Vamos subiendo en la escala de necesidades, cuando tenemos satisfecho un nivel pasamos al siguiente.

Es difícil filosofar cuando se tiene hambre y frío, o querer cambiar el mundo cuando no se tienen necesidades de protección, y así.

Estamos en un momento de la historia en el que, en los países desarrollados tenemos cubiertas todas las necesidades de la pirámide, por eso nos centramos en chorradas y es todo un juego de la mente. Ahora todos los problemas son problemas creados por la mente y para sí misma, porque el resto de necesidades más bajas están cubiertas. Como decía Whitehead, parece que el progreso humano es hacer inconscientes las necesidades cubiertas para buscar otras nuevas. Ahora las buscamos y si no nos las inventamos, ese es el lado oscuro de esta máquina que es nuestra mente, que una vez que se pone en marcha no para.

Para comprender como se mide la productividad, tenemos que analizar en qué nivel de esta pirámide nos movemos. Se puede dar el caso de que la hostelería sea poco productiva y a la vez que lo sea en grado máximo. Estas dos versiones pueden ser perfectamente válidas. Cuando se da esta paradoja es que nos falta un nivel, una dimensión, que amplíe la perspectiva.

Sumando una nueva dimensión para enetnder la productividad de la economía.
Añadiendo una dimensión para entender el «valor añadido» y la productividad.

Siguiendo con el ejemplo, un punto de vista puramente de la facturación, de la «producción» iría asociado a las necesidades básicas de alimentación. En este sentido podríamos decir que es un «poco productivo», o «menos productivo que otros sectores», pero si salimos de ahí la cosa cambia, entonces subimos a otro nivel, por ejemplo pertenencia (con amigos y familiares) incluso reconocimiento, podemos argumentar que es «muy productivo», de hecho no se me ocurre un lugar y actividad más productiva en España que un restaurante.

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