
La utilización de diversas políticas fiscales y monetarias aplicadas en todos los países del mundo, derivadas de la crisis económica iniciada en 2008, han devuelto al debate público con fuerza las controversias sobre la macroeconomía.
Existen dos posturas contrapuestas sobre la el funcionamiento de la economía desde hace aproximadamente 250 años. Por un lado están los que defienden la eficiencia de mercado, la habilidad de este para asignar de forma eficiente la información de productores a consumidores y viceversa por el sistema de precios y la capacidad de coordinar de forma autónoma la asignación de recursos (mano invisible) que no se puede dar en un planificador central. Esta es la Economía de mercado, que adopta a Adam Smith como el fundador de su tradición y cuyos defensores en la disciplina se les conoce como economistas clásicos.
Por otro lado están aquellos que se han centrado en los problemas implícitos en el capitalismo y sus consecuencias, como son los episodios de quiebra y catástrofe financiera, periodos de desempleo elevado, infrautilización de los recursos, asignación errónea de estos y la tendencia al monopolio. Esta es la Economía de planificación central, que adopta como fundador a Marx.
La economía clásica de la tradición del libre mercado veía las ineficiencias de mercado como algo pasajero y transitorio, puesto que el mercado volvería siempre al equilibrio compensado por las fuerzas internas de su propio funcionamiento; él solito llegaría a un nuevo equilibrio. Los llamados nuevos clásicos irían más allá; negarían la existencia del problema, las catástrofes y periodos de desempleo masivo debían interpretarse como una respuesta racional del mercado al cambio en los precios relativos, es decir, como los salarios se desplomaban (como en el crack del 29) debíamos suponer que la gente prefería dedicar su tiempo a ocio porque los precios del trabajo (salario) eran bajos.
Se apoyaban en el método científico para justificar sus “no actuaciones” en política económica y lo que es peor, condenaban el fracaso de aquellos que no tenían empleo y las sociedades que intentaban impedirlo mediante políticas públicas.
En este periodo de post-crash de los años 30 y de entreguerras mundiales aparecieron las teorías keynesianas. El primero de los grandes logros de Keynes fue reconocer el grave problema del desempleo y como hacer frente a este. Su experiencia como asesor del gobierno británico en la primera postguerra mundial y las consecuencias de su mala gestión internacional (Las consecuencias de la paz) le reafirmaron en su línea de pensamiento de que los estados y sus gobiernos, de forma transitoria, debían intervenir en las economías en periodos de recesión de forma limitada para, una vez recuperada la economía, dejar a esta funcionar de manera cuasi-autónoma. Se trataba de una asistencia sanitaria temporal para que el enfermo se recuperara.
La aparición de la obra cumbre de Keynes, Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, supuso una evolución enorme, porque por primera vez se podían explicar los factores que afectaban a las variables que mueven la economía, como la inflación, el desempleo, el ahorro o la inversión nacional.
Pero Keynes tenía una formación económica clásica, el modelo estándar fue cambiado de forma mínima y mantuvo una gran parte de su aparato conceptual, por lo que también fue ideológicamente atractivo para los economistas que creían en el libre mercado a pies juntillas, que andaban despistados después de los episodios de desempleo masivo y catástrofe financiera de los años de entreguerras.
Stiglitz y Greenward afirman en este paper que la aparición de la teoría keynesiana produjo una esquizofrenia en la profesión que se reflejaba en la manera en que se enseñaba economía (en las universidades); por un lado los cursos de microeconomía explicaban al estudiante los fundamentos de mercado basados en la mano invisible de Adam Smith y los teoremas fundamentales del estado de bienestar, por otro lado los cursos de macroeconomía se centraban en los fallos de la economía de mercado y el rol de las políticas gubernamentales para corregirlos. Se daba una bipolaridad o esquizofrenia, donde la micro miraba a la macro con desprecio por su carencia de fundamentos teóricos (método científico) y la macro castigaba a la micro por los fallos obvios en sus teorías cuando se aplicaban a la realidad.
Era cuestión de tiempo que hubiera una reconciliación, ya que no solo las teorías microeconómicas tenían fallos, también la teoría keynesiana carecía de explicación o fundamento para explicar algunos elementos importantes, como por ejemplo la rigidez de los precios y salarios. Las dos alternativas que se podían dar eran, que la macroeconomía se adaptara a la teoría microeconómica o al revés.
La primera aproximación la hicieron los clásicos, adaptando la teoría micro a la macro. Como una de sus críticas a la macro era la falta de rigor y fundamento científico, lanzaron programas de investigación para acoplar sus microfundamentos a la macro, esto es, el comportamiento agregado de la economía en base a los principios de racionalidad y maximización de los agentes. Por esta razón el papel de las expectativas racionales de los agentes era tan importante, y por eso centraron su desarrollo en esta área. Acoplaron los fundamentos micro a la macro. ¿Problema?, que al igual que en la primera, las conclusiones de esta síntesis eran similares a aquellas; asumían el equilibrio de mercado y su eficiente asignación de recursos, el desempleo no existía y las políticas de los gobiernos no eran relevantes. Todo aquello que se produjera en la realidad fuera de este marco, como un fuerte desempleo o ineficiencia de distribución de los recursos, se debía a la falta de racionalidad de los agentes. Estos pasaron a formar la escuela de los nuevos clásicos.
La segunda aproximación vino del lado de los macroeconomistas. El desempleo, la disponibilidad de crédito o los ciclos económicos eran fenómenos que, como problemas reales, no podían ser conciliados con los modelos estándar de la microeconomía, por ello lo que buscaron fue desarrollar una teoría micro que diera respuesta a ellos y entonces adaptarla a la macro. Estos son los que algunos denominan como neo keynesianos y que a partir de los años 80 pasarían a ser conocidos como los nuevos keynesianos. A diferencia de los anteriores, buscaban entender y dar respuesta a los fallos del sistema económico en su conjunto, como la información imperfecta, los mercados incompletos o al por qué se daban altas tasas de desempleo.
El salto a los Estados Unidos y la síntesis neoclásica
Tras finalizar la segunda guerra mundial, la disciplina económica tomó un nuevo rumbo en el continente que contenía la primera potencia económica mundial, Estados Unidos. La disciplina económica desde sus inicios siempre se ha desarrollado en el estado o reino que contenía la economía más fuerte y desarrollada. Una vez terminada la contienda bélica y muerto Keynes, una serie de brillantes economistas estadounidenses influenciados por este reformaron la disciplina de manera que esta tomaría el rumbo en las siguientes décadas y todavía hoy es la que se enseña en las universidades.
Podemos decir que todos los grandes economistas estadounidenses de aquella época eran keynesianos. El problema es que en aquella época el gobierno de McCarthy y su caza de brujas comunista ponía en tela de juicio todo aquello interpretable y que no seguía las pautas anticomunistas, es lo que sucedió con el célebre episodio del alumno de Keynes, Lorie Tarshis, que había escrito un gran libro de texto para estudiantes sobre la Teoría General de Keynes y que era el libro de texto oficial de los estudiantes en los años 40, debido a su claridad y síntesis por la complejidad del escrito de Keynes, por el que Tarshis fue culpado públicamente por los conservadores como comunista debido a las explicaciones del gasto público que hacía de acuerdo con la teoría macroeconómica de su maestro. Este hecho hizo que el resto de economistas de renombre tomara buena nota y desarrollaran manuales poco interpretables con un lenguaje científico y jurista. Por este motivo Paul Samuelson y Robert Sollow desarrollaron versiones neoclásicas de la macroeconomía de Keynes, barnizadas con el modelo IS-LM neoclásico y los modelos microeconómicos walrasianos de equilibrio general. Es lo que Samuelson denominó la síntesis neoclásica, refiriéndose a la adaptación de la macroeconomía keynesiana a los modelos microeconómicos neoclásicos
En el año 1955 Samuelson escribía lo siguiente:
“En años recientes, el 90 por ciento de los economistas americanos han dejado de ser keynesianos o no keynesianos. En vez de ello, han trabajado hacia una síntesis de aquello que sea valioso en la teoría económica más antigua y en las teorías modernas de la determinación del ingreso. Este resultado puede ser llamado economía neoclásica y es aceptado, en sus visión general, por todos excepto por el cinco por ciento de escritores del ala de extrema izquierda y de extrema derecha”.
Debido a que esta síntesis aceptaba los pilares fundamentales de la teoría neoclásica, que iban en contra de los principios de la macroeconomía keynesiana, Joan Robinson denominó a estos economistas como keynesianos bastardos, por su traición a los principios de la macroeconomía de su maestro.
La síntesis neoclásica se fundamenta en 4 elementos o áreas de desarrollo:
• El modelo IS-LM de ingreso nacional y tipo de interés: demanda agregada (J.R.Hicks en 1937) y oferta agregada (F.Modigliani en 1944)
• Análisis del mercado de trabajo sobre el empleo y los salarios
• Teoría de crecimiento económico (a largo plazo); el pleno empleo se mantiene por una sustitución continua entre capital y trabajo a lo largo de la producción agregada (R.Sollow en 1956)
• Curva de Phillips, sobre la relación de los salarios y la inflación, los precios están determinados por el nivel de desempleo y supone una restricción presupuestaria (P.Samuelson y R.Sollow en 1960).
Los representantes más conocidos de la síntesis neoclásica fueron:
• John Hicks (que posteriormente renunciaría a la síntesis neoclásica), Paul Samuelson, Robert Sollow, Franco Modigliani, Frank Hahn, Abba Lerner, Robert Eisner y Walter Heller.
Esta versión americana keynesiana fue duramente atacada en los años 70 por los monetaristas (con Friedman a la cabeza, que era uno de los keynesianos más brillantes y que luego dio un giro radical) y los nuevos clásicos por el episodio de estanflación que no podía explicarse en base a sus principios y las políticas fiscales tanto expansivas como contractivas nada podían hacer con desempleo e inflación altos de forma simultánea.
Tras esta desacreditación y la subida a las altas esferas de los monetaristas y nuevos clásicos, los neo keynesianos fueron desapareciendo dando paso a los nuevos keynesianos, que evolucionaron sus explicaciones desde inicios de los años 80, configurándose como parte del mainstream de la macroeconomía de nuestros días.
En el próximo post hablaré de cómo los nuevos keynesianos evolucionaron la disciplina.